CAPÍTULO 2
La
vida no siempre es como creemos. A veces puede tratarte bien, y otras
veces puede tratarte mal. Pero ni todo es tan malo como parece, ni
todo es tan bueno como nos hacen creer de pequeños. Las
decepciones, los engaños, los problemas... Todo se convierte
en dolor al fin y al cabo. Las alegrías nos hacen ver la vida
de otra manera, con otros ojos. Nos hacen creer que por muy cabrona
que se haya comportado contigo la vida, siempre tiene una segunda
oportunidad. Pero el dolor nos hace ver la vida de color negro. Nos
hace sentirnos vulnerables, y muertos por dentro. Todo depende de
cómo te haya tratado la vida, o de cómo te vaya a
tratar, así la tratarás tú a ella.
Sus
ojos tardan en acostumbrarse a la luz que entra por la ventana. Sigue
tumbada en la cama, no tiene pensado levantarse. Se frota los ojos y
dirige su mirada hacia el motivo de su despertar. La persiana de la
ventana ha vuelto a abrirse. Gruñe por lo bajo y se da la
vuelta en el colchón, no quiere levantarse. Su pelo suelto
tapa la mitad de su rostro, y el ojo izquierdo. Sabe que su cabello
está hecho un desastre al haber dodmido, pero eso a Malena no
le importa lo más mínimo. Un suspiro de su boca, y
vuelve a cerrar los ojos.
(En
otro lado de la ciudad, unas horas antes)
Se
sienta en el frío suelo de la cocina, parece que su vida acaba
de desplomarse. Aprieta fuerte sus manos y las convierte en un puño.
Cierra sus ojos color miel, ahora reflejan odio en su mirada, y el
color miel se convierte en marrón tras el escozor de las
lágrimas. Siente como una tonelada de ladrillos le golpea.
Fuerte, rápido, y entonces un grito sale de su boca. Lágrimas
salen de sus ojos, rozando sus rojizas mejillas. Abre los ojos, otro
grito, ahora más fuerte y desgarrador.
—No
te tenías que haber ido —vuelve a cerrar sus ojos, las
lágrimas hacen que no vea con claridad. Coloca su cabeza en la
pared, flexiona las piernas y apoya sus manos en sus rodillas
—Perdóname, yo no quise que esto acabara así...
Recuerdos
borrosos le vienen a la mente. Quiere dejar de pensar en ello, pero
no tiene fuerzas. Su corazón palpita más rápido
de lo normal, un escozor le hace gritar de nuevo. “—¿Se
puede saber qué te pasa, Justin? —¿Me quieres dejar
en paz? —No me hables así. Soy tu padre. —¡No me
vengas ahora con esa mierda! Nos abandonaste. Te fuiste y dejaste a
tu familia de lado. Has estado cinco putos años sin pisar esta
casa, sin hablar con mamá... ¿Quieres que te trate como
a un padre? Tú dejaste de formar parte de mi vida cuando
cruzaste esa puerta. —¡Ni se te ocurra volver a decir eso!
¡Soy tu padre, te guste o no! —Para mí no eres nadie.”
Sus últimas palabras fueran esas. Ni un adiós, ni
un te quiero, ni siquiera un hasta pronto. Siente tanto dolor dentro
que piensa que va a morir ahí mismo. Jeremy, su padre. Las
últimas palabras que escuchó de su boca fueron esas.
Las últimas palabras que escuchó de su hijo antes de su
accidente, y antes de su muerte. Justin se odia a si mismo por haber
dicho todo eso. Se dejó llevar, tenía tanto dolor
dentro. Hacía tantos años que no le veía. Las
palabras le salieron solas, parecían cuchillos clavados dentro
de él. Ahora se arrepiente de cada palabra.
—Me
dijiste que ibas a estar siempre a mi lado, joder —su voz suena más
ronca debido al cúmulo de lágrimas. Respira con
esfuerzo —¿Tanto cuesta cumplir una puta promesa? ¿Tanto
cuesta...?
No
quiere seguir tirado en el suelo. Intenta incorporarse poco a poco,
aunque su vista es borrosa. Sus ojos brillan como nunca lo han hecho
hasta ahora. Consigue levantarse y camina, sin rumbo. Nuevas lágrimas
resbalan por sus mejillas hasta caer en su brazo. No recuerda haber
llorado de esta manera en su vida. Tampoco recuerda haberse sentido
tan mal, ni recuerda haber echado tanto de menos a alguien. Sus manos
temblorosas se apoyan en el mármol de la cocina, se siente
débil. Suena un pitido en el bolsillo de su pantalón.
Sin ninguna expresión en su rostro mete la mano, saca su móvil
y observa la pantalla.
“Dime
que estás bien. Llámame, contesta mis mensajes, vuelve
a casa. Me estás haciendo sufrir, Justin.” Es el número
de su madre, Pattie. Recuerda entonces que al enterarse del accidente
de su padre salió corriendo de casa. Escuchó los gritos
desesperados de su madre, pero no le importó. Tenía que
desaparecer de ahí, de donde habló por última
vez con su padre. Salió corriendo sin saber hacia dónde
iba. Al cabo de horas caminando encontró una antigua casa, y
entró sin pensárselo dos veces. Seguía estando
ahí desde entonces.
—No
puedo mamá... —un sollozo al acabar de decir la última
palabra. Le viene a la cabeza el recuerdo de ella, y de sus hermanos
pequeños. Un ligero punchazo en el pecho, y más
lágrimas vuelven a salir —Ahora no puedo volver a casa. No
puedo recordarle... Perdóname.
(En
la otra casa, a las afueras de la ciudad)
Contempla
la pequeña y vieja casa desde fuera, no entiende como ella
puede vivir en un lugar así. Los colores están
apagados, las persianas tienen más de dos arañazos, y
el aspecto de la casa al exterior no te hace pensar en un hogar.
Resopla, coloca las llaves en la cerradura y abre la puerta.
Silencio, aunque está acostumbrado. Se remueve el cabello y se
dirige hacia el final del pasillo, la habitación de la
derecha. No toca la puerta, sabe que está abierta. Avanza
decidido y la ve tumbada en la cama, con el cabello alborotado, la
ropa arrugada, y los ojos cerrados. Al verla así en la cama,
de repente nota una sensación de calor por el cuerpo. Se
sienta a un lado, y siente ganas de besarla. Contempla sus labios. No
sabe el por qué, pero Malena consigue siempre excitarle.
—Eres
irresistible —susurra mientras se acerca a ella. No lo piensa,
junta sus labios con los de Malena. Ella abre los ojos, entre
asustada y dormida, y lo quita de encima. Sus labios saben con un
ligero sabor a alcohol. Ha estado bebiendo.
—¿Qué
haces Ryan? —su voz suena enfadada. Él se ríe, ha
conseguido despertarla. Vuelve la vista hacia los labios de Malena y
muerde su labio inferior.
—Es
que por las mañanas estás tremendamente apetecible —una
media sonrisa por parte de él, se vuelve a acercar a ella
—Déjame hacer entretenida la mañana.